domingo, 4 de julio de 2010

La obligatoriedad de tener que ser argentinos

Era el año 1997 cuando veía en VHS la precisa película de Adolfo Aristarain, Martín Hache. Entre varias frases fuertes, quiero recordar una -que la voy a escribir empezada para no herir "tarados mentales"-; la misma decía: "La patria es un invento. ¿Qué tengo que ver yo con un tucumano, con un salteño?. Son tan ajenos a mí como un catalán o un portugués. Un estadística, números sin cara. Uno se siente parte de muy poca gente. Tu país son tus amigos....".
Nada menos que 13 años después, la "taradez mental" (como cita la película) roza picos inéditos, insólitos y hasta tragicómicos. Terminaba de anotar Friedrich para sellar la goleada alemana sobre nuestro país, nada menos que 4 a 0 para hacernos recordar que tan lejos tenemos los anhelos de conquistar de la Copa del Mundo, y alguna voz rabiosa ya esbozaba un "vamos a tener que replantearnos si Messi es realmente lo que dicen que es". El detalle más jugoso era que después del partido con Nigeria, bajo la misma voz, pero más descanasada, se escuchaba "se consagró Messi".
"La victoria y el fracaso son dos imposibles, y hay que recibirlos con idéntica serenidad y con saludable punto de desdén", Rudyard Kipling.
¿Cuál es la verdadera influencia de los Medios? ¿Nos enseñan a ser grandes lectores o grandes entendedores? El peligro de crear cierta dicotomía nos lleva a tener que arrojarnos sobre un lado, casi siempre el lado más facil. El lado donde nos desentendemos de que no fueron 23 guerreros a dejar la vida por Argentina. Recordemos, el que cree eso es un "tarado mental".
No creo que exista el día donde dejemos de repetir y empecemos a aportar, aunque entiendo que 24 hs de transmisión crean un universo paralelo donde realmente la estupidez toca niveles extremos. Pero ojo, siempre está la chance de cambiar de canal...pero cayendo en la tentación, es tan atrapante sentir la destrucción ajena.
Habrá sido Dios el que nos dejó afuera? La respuestá la tiene Quilmes, pero yo trataría de pensar que es un juego, como dijo inocentemente Gabriel Heinze, lateral argentino, y como tal practica lúdica debemos no perder de vista que el factor suerte existe. Basta con volver a ver la hazaña uruguaya que en el minuto 120 (complemento) tuvo un penal en contra que el ganhes Asamoah Gyan desperdició. Hubiera sido el 2 a 1 para los africanos y Uruguay a casa. Ojo, pido como favor revisar las propagandas de la cerveza Pilsen, quizá también exista un Dios uruguayo.
¿Cómo podemos ver a la selección Argentina en la final, cuando había pasado recién el segundo partido y ante un rival absolutamente inferior? Quizá sea cierto que tengamos la facilidad de ver tan rápido el bien y el mal, pero eso lo dejó para otra entrada al blog.
¿Se puede ser argentino pero admirar a otra selección? ¿Siempre hay que querer que gane nuestra selección? El día que dejemos de pensar que Messi no es tan nacionalista porque no cantó el Himno, quizá sepamos entender que uno admira y cree en lo que le gusta.
Ah, y el día que el fútbol termine en el minuto 90, vamos a pasar de ser grandes lectores intervenidos por grandes entendedores de este juego donde gana el que hace más goles (sabiendo también que hay tantísimas maneras de lograrlo, pero de eso que se ocupe cada entrenador).
Como final del relato, me gustaría ir al archivo 2002 y leer un poco de lo que dejó la era Bielsa. Pero claro, esto es como el mate y la bombilla, nunca por separados. Así que no se queden sólo en aquel año sin leer nuestras opiniones bielsistas de la actualidad.
Sea quien sea el campeón, me hubiera gustado Brasil, pero shhhhh, porque tenemos que tener la obligatoriedad de tener que ser argentinos.

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