viernes, 19 de octubre de 2007

Ensayo sobre la masácre de J.L. Suarez

Jorge Luis Borges escribió: "Sobre lo negro y blanco del camino buscan y libran su batalla armada, no saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino..." “También el jugador es prisionero de otro tablero, de negras noches y de blancos días"
Esta descomunal descripción no es más que Ajedrez, y cualquiera se puede oponer a la idea que nuestras vidas estén pensadas y diagramadas por una mano que nos mueve como si fuéramos marionetas.
Pero a veces suele suceder que le demos jaque al Rey y ahí es cuando el Rey mueve sus dedos buscando una perversa jugada para destrabar el conflicto que lo olfatea.
Cincuenta años atrás, un 9 de junio de 1956, la policía de la Provincia de Buenos Aires viola las puertas de una casa ubicada en la localidad de Florida. Entraron con violencia, viudos de cuidados y huérfanos de formas a buscar a 12 civiles que suponen implicados en la rebelión militar del general Juan José Valle contra el gobierno de facto de Pedro Eugenio Aramburu.
El sonido del reloj era una bomba de tiempo, un tic-tac incesante que marcaba el inexorable paso hacia sus indescifrables (aunque imaginables) destinos.
Eran las 22.30 y la incertidumbre, el dolor, el terror, la oscuridad, la pena y la desolación empezaban a circular por la sangre de Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Carlos Alberto Lizaso, Mario Brión, Vicente Damián Rodríguez, Juan Carlos Livraga, Horacio Di Chiano, Miguel Angel Guinta, Rogelio Díaz, Norberto Gavino, Julio Troxler y Reinaldo Benavídez.
La radio al unísono en nuestra tierra promulgaba y difundía a las 0.32, o sea, dos horas después del arresto, la Ley Marcial. La Ley otorga facultades extraordinarias a las fuerzas armadas o la policía en cuanto a la administración de justicia y resguardo del orden público.
De las 12 personas arrestadas, torturadas psicológicamente, desoladas de padre y madre, separadas de hijos y amigos, reprimidas de libertades y ajusticiadas con injusticia, seis horas más tarde, 5 de ellas son fusiladas de manera cobarde y humillante en un basural de José León Suarez.
Los ojos sin sonrisas le quedaron a siete que lograron sobrevivir para contarla.
Caminaban, caminaban en medio de la oscuridad hacia la nada. Ellos sabían por primera vez que la nada era algo visible, que el horizonte estaba al alcance de la mano. Querían que todo se terminara rápido, y llegar al horizonte presuponía el fin.
Y en fin se escuchó la balacera y sin verse entre ellos escucharon el viento de la muerte de los caídos a sus costados.
Y quiero tomarme el atrevimiento de relatar de manera casi textual a uno de los que volvieron a nacer aquel junio nefasto.
“Tirado boca abajo en el piso, comprendo que están rematando a los caídos y que ahora me toca a mí. No logro verlos, pero sé que me apuntan a la nuca. Esperan un movimiento, o tal vez ni eso. Tal vez me tiren ahora mismo. Tal vez les extrañe que no me mueva. Tal vez descubran lo que es evidente, que no estoy herido, que de ninguna parte de mi cuerpo sale sangre. Unas náuceas espantosas surgen de mi estómago que alcanzo a estrangular en mis labios. Quiero gritar. Pero me repito, no debo gritar, no debo respirar. El tiro nunca llegó”.
Operación Masacre, más que una novela policíaca para pobres, es una recolección de datos periodísticos plasmado por un escritor, dramaturgo y periodista llamado Rodolfo Walsh.
La primera noticia sobre los fusilamientos clandestinos de junio de 1956 le llegó de manera casual, a fines de ese año, en un café de La Plata donde Walsh jugaba al ajedrez. En eso se acerca un hombre y le dice “Hay un fusilado que vive”.
Finalmente lo que empezó como una curiosidad del oficio terminó siendo una denuncia y recolección de pruebas que le tocaron el orgullo profesional y lo llenaron de tristeza e impotencia.
50 años vividos de manera intensa, hasta que el 25 de marzo del 77 el olor a la muerte le impregna su fragancia a manos de Ernesto Weber, el comisario que luego de unos cuantos tiros vio con felicidad y placer el desvanecer del cuerpo de Rodolfo en el pavimento de San Juan y Sarandí.
El comienzo de la dictadura era un hecho consumado desde hacía tiempo. En José León Suárez las armas cobardes dejaron sin padres y sin hijos a 5 personas, todos protagonistas involuntarios de Operación Masacre. Rodolfo Walsh pasó de escritor a ser protagonista de otra aberrante Masacre.
Entre tantas cosas, dejó una frase. Una frase que hoy más que nunca tiene la misma fuerza que en aquel mayo de 1972.
“Hay que tener en cuenta que en la Argentina existe el delito de opinión. Que está prohibida la expresión de las corrientes políticas que contradigan al sistema en lo esencial. Que se persigue individualmente a todos aquellos periodistas que tratan de violar esos cánones”.

1 comentario:

Andrea dijo...

un relato que eriza la piel y que nos recuerda que debemos tener memoria... NUNCA MÁS!!!