Voz en off: Matías
Edgar/Rutina
(suena de fondo, muy bajo el bandoneón de Astor Piazzolla)
Y ahí está la gran Buenos Aires, que a decir verdad, siempre queda mejor teñida de gris. Los días nublados son mejores, nos dan un aspecto melancólico, nostálgico que hace bien a la poesía que significa esta ciudad. Una mezcla de bandoneón y risa, de café y vino. Tan clásica y tan moderna, tan de nadie que con tanta pasión defiende una inmensa minoría.
Y él vive ahí, rentado de ilusiones esperando que el cielo le mande una señal. Pero, interiormente él sabía que ningún cielo le enviaría esa ilusoria señal.
Las señales no son más que efectos imaginarios que provocamos con esa necesidad de necesitar.
Y él…él duerme ahí. Tirado sobre la cama esperando que suene el timbre de la rutina, el timbre del hastío diciéndole que lo espera un día tan igual como ayer.
Pero, dejémoslo soñar…
* Ronquidos, Edgar duerme plácidamente cuando de golpe irrumpe una voz molesta, aguda
Rutina: ¡Ey, ey, pelotas! levantate que me estás haciendo quedar como el orto con el tiempo
Edgar (muecas de sueño, muy dormido balbucea): ¿Qué hora es, no jodas?
Rutina: Si en 45 segundos no tenés las pantuflas en los pies y el papel higiénico en la mano, hablo con el destino y mañana vas a laburar con un yeso en cada gamba
(abre lentamente los ojos pegados por lagañas. Se rasca la cabeza y se despega las bolas)
Edgar: No, no, no. El sábado tengo que jugar a la pelota. Bah, aunque siempre voy al banco y entro cuando faltan 32 segundos
Rutina: ¿Justo a mí me querés decir lo que tenés que hacer? Ya lo sé, si yo te armo el itinerario
(abre los ojos totalmente. Se sienta exaltado en la cama)
Edgar: Estoy harto de esto, todos los días son un calco. Yo no estudié para embolsar los productos que se lleva la gente en el supermercado chino
Rutina: Y yo tampoco me preparé para aguantarte toda una vida
Edgar: Por eso, separémonos. Al menos por un tiempo quiero intentar otras cosas
Rutina: Es que no depende de mí, depende de vos. La gente se queda sentada pensando que les van a llover oportunidades y lo único que hacen es abollar cada día más el colchón de su silla pensando en cómo salir de esto. Y encima se quejan de la suerte buena o mala. El deporte de la queja porque ve que el otro está mejor
Edgar: Bueno, hablás de la rutina como si fuera una mierda
Rutina: Hablo por las quejas de ustedes
Edgar: Babearle los gemelos a mi novia es una rutina que haría siempre
Rutina: Sí, y a mí también me gusta que lo hagas, aunque en invierno pinchan un poco sus piernas, pero de todas maneras esa rutina te gusta pero ¿Llevar el mismo diario bajo el sobaco todas las mañanas en el mismo colectivo, te gusta?
Edgar: ¡Qué piola! Claro que no
Rutina: ¿Y por qué lo hacés?
Edgar: Por una necesidad
Rutina: Seamos sinceros, yo entiendo que el país deje pocas chances de elegir carreras, trabajos y gustos. Pero ¿cuánta voluntad se le pone a la acción de generar posibilidades? Mirá, la vida es acción, para teorizar están quienes nos digitan los días y el futuro. Y también está Mariano Grondona
Edgar: Mirá, no me preocupa tanto hacer siempre lo mismo. Me preocupa no encontrarle un tinte novedoso a lo que hago. Una de las cosas que más buscamos en la vida es seguridad. Pero a veces es peligroso, porque esa seguridad te estanca un poco. Lo preocupante de la rutina es que puede postergar la creatividad. Y creo que me está pasando eso
Rutina: Te voy a contar un chiste viejo. Oí, dos hombres mayores están en el subte, todavía no se lo tomaron, y uno dice: “Es increíble, en el mundo el metro es un medio de transporte tan bueno y de tanta agilidad”. Y el otro replica: “Sí, ya, ya, pero los vagones modernos y las estaciones nuevas no sirven de mucho. Se viaja tan mal”. Pues bien, así es cómo veo yo la vida. En medio de tantas cosas buenas para optimizar el tiempo, se utilizan con tan poco ingenio. Yo veo a la gente llena de tristeza, de sufrimiento y de infelicidad y odio, y pasa todo tan deprisa
Edgar: En fin, estoy perdiendo algo de pelo en la coronilla, pero la cosa no pasa de ahí. Porque también me estoy quedando sordo del oído izquierdo y además me salen herpes en la boca cuando como huevo frito, pero bueno. Ah, y me despierto 5 veces a mear a la noche porque tengo ligera la vejiga. Al menos soy viril y no necesito quemadores de grasas, ya saben, lo contrario de los seductores de Punta del Este de pectorales marcados, por ejemplo, ¿no te parece? Tampoco soy de esos hombres que emulan al Che y dan clases de comunismo destilando rabia sobre el mundo moderno y hablando en voz alta al punto de salpicar saliva cuando abren la boca.
Ya no sé si estoy tan a tiempo de cambiar, pero bien. A todo esto, hice algo distinto, debería estar en el trabajo y estoy charlando contigo
Rutina: Es un buen comienzo y por lo pronto has cambiado tu día, tu rutina. A mí también se me pasó la hora y eso me puede traer graves problemas con las otras personas. ¿O te creíste que hay una rutina por cada ser humano? Todos se piensan únicos pero en el fondo saben que se parecen
Edgar: Pues bien entonces, ocupate de los otros. Yo voy a seguir con lo mío
Rutina: Te doy un consejo, en el trabajo ya estás en problemas. Vos sabrás...
Edgar mira la hora y corre a la puerta. Los chinos no sólo le descontaron el día sino también le quitaron su hora de almuerzo.
Edgar nunca más volvió a su trabajo; Edgar años más tarde abrió un bar temático donde la misma gente a la misma hora va a ocupar su misma mesa y a cumplir con su rutina
Y él vive ahí, rentado de ilusiones esperando que el cielo le mande una señal. Pero, interiormente él sabía que ningún cielo le enviaría esa ilusoria señal.
Las señales no son más que efectos imaginarios que provocamos con esa necesidad de necesitar.
Y él…él duerme ahí. Tirado sobre la cama esperando que suene el timbre de la rutina, el timbre del hastío diciéndole que lo espera un día tan igual como ayer.
Pero, dejémoslo soñar…
* Ronquidos, Edgar duerme plácidamente cuando de golpe irrumpe una voz molesta, aguda
Rutina: ¡Ey, ey, pelotas! levantate que me estás haciendo quedar como el orto con el tiempo
Edgar (muecas de sueño, muy dormido balbucea): ¿Qué hora es, no jodas?
Rutina: Si en 45 segundos no tenés las pantuflas en los pies y el papel higiénico en la mano, hablo con el destino y mañana vas a laburar con un yeso en cada gamba
(abre lentamente los ojos pegados por lagañas. Se rasca la cabeza y se despega las bolas)
Edgar: No, no, no. El sábado tengo que jugar a la pelota. Bah, aunque siempre voy al banco y entro cuando faltan 32 segundos
Rutina: ¿Justo a mí me querés decir lo que tenés que hacer? Ya lo sé, si yo te armo el itinerario
(abre los ojos totalmente. Se sienta exaltado en la cama)
Edgar: Estoy harto de esto, todos los días son un calco. Yo no estudié para embolsar los productos que se lleva la gente en el supermercado chino
Rutina: Y yo tampoco me preparé para aguantarte toda una vida
Edgar: Por eso, separémonos. Al menos por un tiempo quiero intentar otras cosas
Rutina: Es que no depende de mí, depende de vos. La gente se queda sentada pensando que les van a llover oportunidades y lo único que hacen es abollar cada día más el colchón de su silla pensando en cómo salir de esto. Y encima se quejan de la suerte buena o mala. El deporte de la queja porque ve que el otro está mejor
Edgar: Bueno, hablás de la rutina como si fuera una mierda
Rutina: Hablo por las quejas de ustedes
Edgar: Babearle los gemelos a mi novia es una rutina que haría siempre
Rutina: Sí, y a mí también me gusta que lo hagas, aunque en invierno pinchan un poco sus piernas, pero de todas maneras esa rutina te gusta pero ¿Llevar el mismo diario bajo el sobaco todas las mañanas en el mismo colectivo, te gusta?
Edgar: ¡Qué piola! Claro que no
Rutina: ¿Y por qué lo hacés?
Edgar: Por una necesidad
Rutina: Seamos sinceros, yo entiendo que el país deje pocas chances de elegir carreras, trabajos y gustos. Pero ¿cuánta voluntad se le pone a la acción de generar posibilidades? Mirá, la vida es acción, para teorizar están quienes nos digitan los días y el futuro. Y también está Mariano Grondona
Edgar: Mirá, no me preocupa tanto hacer siempre lo mismo. Me preocupa no encontrarle un tinte novedoso a lo que hago. Una de las cosas que más buscamos en la vida es seguridad. Pero a veces es peligroso, porque esa seguridad te estanca un poco. Lo preocupante de la rutina es que puede postergar la creatividad. Y creo que me está pasando eso
Rutina: Te voy a contar un chiste viejo. Oí, dos hombres mayores están en el subte, todavía no se lo tomaron, y uno dice: “Es increíble, en el mundo el metro es un medio de transporte tan bueno y de tanta agilidad”. Y el otro replica: “Sí, ya, ya, pero los vagones modernos y las estaciones nuevas no sirven de mucho. Se viaja tan mal”. Pues bien, así es cómo veo yo la vida. En medio de tantas cosas buenas para optimizar el tiempo, se utilizan con tan poco ingenio. Yo veo a la gente llena de tristeza, de sufrimiento y de infelicidad y odio, y pasa todo tan deprisa
Edgar: En fin, estoy perdiendo algo de pelo en la coronilla, pero la cosa no pasa de ahí. Porque también me estoy quedando sordo del oído izquierdo y además me salen herpes en la boca cuando como huevo frito, pero bueno. Ah, y me despierto 5 veces a mear a la noche porque tengo ligera la vejiga. Al menos soy viril y no necesito quemadores de grasas, ya saben, lo contrario de los seductores de Punta del Este de pectorales marcados, por ejemplo, ¿no te parece? Tampoco soy de esos hombres que emulan al Che y dan clases de comunismo destilando rabia sobre el mundo moderno y hablando en voz alta al punto de salpicar saliva cuando abren la boca.
Ya no sé si estoy tan a tiempo de cambiar, pero bien. A todo esto, hice algo distinto, debería estar en el trabajo y estoy charlando contigo
Rutina: Es un buen comienzo y por lo pronto has cambiado tu día, tu rutina. A mí también se me pasó la hora y eso me puede traer graves problemas con las otras personas. ¿O te creíste que hay una rutina por cada ser humano? Todos se piensan únicos pero en el fondo saben que se parecen
Edgar: Pues bien entonces, ocupate de los otros. Yo voy a seguir con lo mío
Rutina: Te doy un consejo, en el trabajo ya estás en problemas. Vos sabrás...
Edgar mira la hora y corre a la puerta. Los chinos no sólo le descontaron el día sino también le quitaron su hora de almuerzo.
Edgar nunca más volvió a su trabajo; Edgar años más tarde abrió un bar temático donde la misma gente a la misma hora va a ocupar su misma mesa y a cumplir con su rutina
Escrito y grabado por Matías Baretta
Imagen de google imágenes (search:rutina)
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